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Respeto de caballeros

28 febrero, 2020 by Álvaro Jiménez

«Guardiola es el mejor entrenador del mundo «. No lo decía un cualquiera, lo afirmaba el mismísimo Zinedine Zidane. «No lo soy, pero se lo agradezco», respondía un sonriente Pep horas después. Pocos creerían que estamos hablando de un enemigo íntimo del madridismo, de la mayor pesadilla tras un tal Leo Messi que se recuerda por el Bernabéu. «Lo que ha hecho Zidane es irrepetible». Otro piropo, esta vez en la otra dirección,  y así podíamos seguir hasta que caiga el sol.

Pero no, porque cualquiera que sepa de qué va esto del fútbol entendería de primeras el devenir de la película. Poner al rival por las nubes para quitarse la presión. La pelota en el tejado del otro. Aquello que dicen de que el elogio debilita. El respeto desmesurado en busca de evitar que te señalen con el dedo si el éxito te esquiva. O no.

Porque quizás Guardiola y Zidane no estaban haciendo gala de la tan recurrida falsa humildad (o sí). Dos entrenadores, dos maestros del fútbol, cortados por una tijera similar. En cuanto a carácter (ganador), en cuanto a lo que desprenden (carisma por los cuatro costados) y hasta en el físico. Si uno los ve desde lo alto del armonioso Santiago Bernabéu, divisa un calco.

Pero también existe aquello de las primeras impresiones, muchas veces, equivocadas. Con el paso de los minutos, ambos me convencían poco a poco de que los elogios intercambiados en la previa no venían a ser usados como táctica de despiste, si no que suponían una realidad manifestada sin pudor, con sinceridad y sin pensar en el famoso qué dirán (los madridistas que odian a Guardiola o los que no quieren a Zidane ni en pintura).

Pero a veces, ese respeto entre caballeros se transforma en miedo. Y esta vez no iba a ser diferente. Un temor reflejado en el tablero de ajedrez en el que se convirtió el Bernabéu en la fría noche del febrero madrileño. Y en el silencio casi sepulcral que orquestaba un partido que prometía ser un duelo por todo lo alto y en el que el terror a perder pareció vencer al anhelo de ganar. 
Solo la caída de una pieza, la rotura de un engranaje, dio la vuelta a la situación en un final en el que la batalla la venció el riesgo, la necesidad.

Queda la vuelta, donde esperemos que el miedo no vuelva a sobrepasar al espectáculo. Respeto siempre, miedo nunca. Al fin y al cabo, es de lo que debe ir la cosa más importante de las menos importantes, esto del fútbol. 

Álvaro Jiménez | Corresponsal El Universo en Madrid

Archivado en:Opinión Etiquetado con:Guardiola, Real Madrid, Zinedine Zidane

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